De esos años, recuerdo las becas que obtuve, y mi primer viaje a París, en donde pude ver en galerías, aquello que conocía en reproducciones. y en donde vi por primera vez a los impresionistas, a Picasso, a Magritte; y a los constructivistas en la Biennale de París, toda una experiencia para la ambición de un estudiante de arte.
Esa primera salida me permitió conocer un mundo nuevo, una dimensión diferente a la realidad, que se transformó en una visión distinta hacia el arte. Allí comprendí, que el mundo, la sociedad y el arte sufrían un cambio absolutamente radical, tiempos de revisiones, de formulaciones políticas, de posicionamientos, de conocer activistas en el exilio, de disfrutar un mundo social, que cumplía aquella máxima tan querida: “seamos realistas y pidamos lo imposible…”