Lo que objetiva mi pintura, se basa en el intento de entender, de asumir mi propia capacidad de error magnificado.
La dificultad que tengo, como espectador y como pintor, de acercarme a la representación de la naturaleza de las cosas, a mayor dificultad y mayor capacidad de entender el error, más apasionante me resulta el ejercicio de perseguir –esa es la palabra– el objeto visual. Cuanto más me acerco al objeto, más desacralizo su naturaleza, y se convierte más en la idea del objeto. Y en la medida que me aproximo a la pretensión del espacio tridimensional, mayor es la intención de aferrarme al plano, como conjunto, el juego, la trampa cumple su función bastarda, el objeto ha de parecer tan real que deja de ser el mismo, tanto que, podría no estar, transformarse en otra cosa, así, de esta forma, acabaré (y acabará el espectador), viendo lo que el objeto es, no lo que parece.